Carteles, control y silencios en Formosa
Un equipo periodístico de LA NACION fue perseguido, retenido e intimidado mientras investigaba la situación de comunidades originarias en la provincia gobernada por Gildo Insfrán desde hace casi tres décadas.

En Formosa, la imagen de Gildo Insfrán lo invade todo. Los carteles oficiales se multiplican en los postes de luz del centro capitalino, en las plazas rurales, en las rutas provinciales y hasta en las comunidades más aisladas. No hay territorio que no lleve la marca del caudillo que gobierna de forma ininterrumpida desde hace casi 30 años. En ese escenario, cualquier voz disidente suele ser silenciada.
Eso mismo le ocurrió al equipo de LA NACION, enviado para realizar el proyecto Hambre de Futuro en comunidades originarias nivaclé. Durante la cobertura, los periodistas fueron perseguidos, vigilados y retenidos por la policía para notificarlos de una denuncia que luego se reveló falsa. El gobierno provincial declinó hacer comentarios.
El recorrido comenzó el 15 de septiembre en Las Lomitas, con el acompañamiento de la Asociación para la Promoción de la Cultura y el Desarrollo (APCD). Allí, el referente Pablo Chianetta describió la dinámica política provincial:
"Formosa es una provincia complicada. Un sistema democrático tan estático genera la ley del gallinero y todos terminan respondiendo al gobernador. Las ideas que vienen de otro lado son peligrosas".
En su paso por las comunidades de San José y El Algarrobal, los periodistas entrevistaron a referentes locales, recogieron testimonios de jóvenes y registraron la vida cotidiana de los pueblos. Pero pronto comenzaron las presiones: controles policiales, pedidos de datos personales, camionetas polarizadas siguiéndolos y operativos de vigilancia.
Uno de los pobladores, que pidió reserva de identidad, advirtió:
"No tenemos ni voz ni voto acá. Viene la época de votar y les dan una bolsita de mercadería y eso es todo. Así los tienen. Juegan con la gente".
El hostigamiento escaló hasta la fabricación de una denuncia en contra del equipo periodístico, atribuida al cacique Guillermo López, quien luego negó haberla realizado y admitió que lo habían llevado al destacamento a firmar sin explicaciones. El operativo buscaba obligar a los enviados a declarar en una comisaría. Tras dos horas de tensiones, los periodistas lograron retirarse firmando en disconformidad.
El hostigamiento continuó en la ruta, donde fueron nuevamente seguidos y filmados por vehículos de civil. "Ustedes ponen un pie acá y ya los persiguen. Les hacen inteligencia. Por su integridad física deberían irse", advirtió uno de los pobladores.
Pese a las presiones, el equipo decidió concluir su tarea y documentar las voces de los pueblos originarios, antes de partir de la provincia.
La experiencia en Formosa dejó en evidencia la combinación de propaganda política omnipresente, control policial y silenciamiento de voces críticas en una provincia donde Insfrán concentra el poder desde hace tres décadas y donde, según testimonios, el miedo condiciona tanto a opositores como a quienes dependen del Estado para subsistir.