Racing no tuvo ideas ni gol para ganarle a un aguerrido Independiente que terminó con 9
La Academia no pudo quedarse con el clásico por su falta de claridad y eficacia. El Rojo bancó como pudo, metió algunas contras y terminó haciendo negocio con el 0-0.
Fue un empate con sabor a triunfo para Independiente. Y con un desagradable gusto a derrota y decepción para Racing. Así lo reflejaron los furiosos gritos de desahogo de Rey en cada pelota que logró atenazar en el área. Así lo evidenció el puño apretado de los jugadores del Rojo tras el pitazo final. El equipo de Vaccari jugó una hora con 10 hombres y otros siete minutos con nueve.
Cuando la Academia se relamía, cuando sus figuras comenzaban a afilar el cuchillo para atacar a la víctima, apareció el corazón de un rival que lo aguantó con garra, tesón, orden, rigor y un enorme sacrificio para recatar un punto que, por cómo se presentó el encuentro, fue valioso. El visitante resistió ante una delantera temible, que con 18 gritos fue la más goleadora en las primeras 11 fechas de la Liga Profesional y que venía de aplastar a Huachipato por 6-1, pero que no se pudo llevar puesto a este Diablo duro, que suma cuatro partidos con la valla invicta.
Racing jugó mejor cuando el duelo fue 11 contra 11 que cuando Independiente quedó con 10. El conjunto de Costas fue el dueño de la pelota y de las acciones en el arranque del primer tiempo, con un 70% de posesión. El local tiró toda su artillería pesada en materia ofensiva. Y dominó a un Rojo desorientado a partir de la premisa de hacer ancha la cancha con Baltasar Rodríguez y, principalmente, con un Carbonero picante, a quienes se sumaron los laterales, Mura y Quirós.
La Academia ejerció presión alta contra un rival que fue un equipo largo, con mucha distancia entre líneas y con sus delanteros aislados. Cuando Damián Pérez fue expulsado tras cortar con infracción una ocasión manifiesta de gol, Vaccari tuvo que reconfigurar todo: sacó a un extremo, Luna, y puso a un zaguero Pellegrino, para cambiar el esquema 4-3-3 inicial por un 5-3-1 en el que Ávalos quedó muy aislado. En superioridad numérica, a Racing le costó fabricar el espacio frente a un adversario que se replegó. Sin embargo, si no se fue al vestuario en ventaja fue por los reflejos del arquero Rey y también porque hubo un offside milimétrico detectado por el VAR que le ahogó un grito a Sosa.
En el tramo final de la primera etapa, al dueño de casa le costó más entrarle al rival que luego perdió a su capitán, Marcone, y a Lomónaco por uin golpe de cabezas. En ese contexto, el partido pedía el ingreso de Quintero para romper con sus pases profundos y criteriosos. Y Costas lo puso a los 10’ del complemento para que se encargue de hacer lo que sabe: construir, generar, crear fútbol. El partido se presentó con un Racing que, obligado por la localía, la calidad de sus figuras y la superioridad numérica, atacó siempre con muchos hombres. Independiente, despojado de la mochila de la responsabilidad, entró en modo supervivencia. Se replegó, achicó hacia atrás y se encomendó a una plegaria en cada contragolpe.
El Rojo dejó todo, invirtió sudor y, de a poco, fue tomando valor e impulso para salir del asedio en el Cilindro. Planteó un encuentro similar al que había hecho apenas tres fechas atrás, cuando jugó 77’ con un hombre menos en el empate sin goles con San Lorenzo. Se fortaleció en la adversidad, con una defensa granítica a la que también la ayudó su arquero y la mala puntería de un Martínez que en este clásico no fue ninguna Maravilla.

Fue en ese lapso del partido cuando se agigantó la figura de Rey al desactivar disparos peligrosos de Quintero. La Acadé tuvo chances, pero no fueron del todo claras y en ningún momento logró arrollar. Le faltaron ideas, juego, determinación y además careció del empuje que demandaba la coyuntura del encuentro. Cada ocasión desperdiciada tuvo un efecto desmoralizador para los hinchas y también para el equipo. Cada chance de Racing que se diluyó agrandó a Independiente.
El conjunto de Vaccari se mantuvo firme y compacto, con orden, con una línea de cinco defensores inalterable. Trabajó el partido. Lo luchó. Dio batalla en cada centímetro del campo de juego. Y dejó desnudo al local ante su gente, que de a poco empezó a masticar la frustración.
Racing, un equipo que desde que comenzó el semestre muchas veces no estuvo a la altura de las individualidades que tiene, venía en alza, pero este empate instaló nuevamente esas dudas que no termina de disipar. Independiente lleva cuatro sin perder y el empate le cayó bárbaro. Fue un punto del Diablo.