Prefieren el oro antes que el bronce
Muchos argentinos esperaban muchas cosas de la democracia cuya dirigencia política sostenía que ella equivalía a justicia social, a una vida digna; pero de a poco, el pueblo se fue dando cuenta de que esa frase no era cierta. Los pobres se mueren de pobreza y, además, empezaron a comprender que la democracia es una forma de gobierno que, a su vez, garantiza ciertas libertades básicas. No es una decisión sobre la justicia o la injusticia, que unos coman y otros no.
Todo cambio social y económico supone que haya sectores que pierdan parte de lo que tienen, privilegios, dinero, pero también sabido es que no van a resignarse sin pelear.
Hoy, la dirigencia política manifiesta que está preocupada por el hambre que pasan los niños. Sin embargo, durante décadas estuvieron en silencio, mientras miles de niños pasaban necesidades de alimentación, y eso se traducía en el rendimiento escolar, donde los estudios demostraban los escasos márgenes de aprendizajes en matemática y lengua. Al mismo tiempo, la dirigencia dilapidaba recursos en intereses propios.
En las primeras décadas del siglo XXI, muy a pesar de la suba del 8,7% en el PBI, para los gobiernos fue imposible redistribuir la riqueza, porque consideraban que no se daban las condiciones. Sin embargo, no se cansaban de manifestar la frase que los caracterizó: "distribuir la riqueza".
Siempre que uno quiera distribuir la riqueza debe cambiar la forma de propiedad y el modo de producción, y si eso no es posible; el Estado tiene la posibilidad de distribuir cambiando la política tributaria. Pero el sistema impositivo sigue igual, donde el IVA es el impuesto más injusto, porque ricos y pobres pagan lo mismo, aunque en proporción a sus ingresos, los pobres pagan más.
La mayoría de los argentinos hoy siguen sin poder satisfacer sus necesidades básicas, se encuentran con ingresos por debajo de la pobreza y en algunos lugares bajo la indigencia.
La clase política sigue entretenida en su lucha por sus privilegios, se enfrentan en batallas y traiciones para que todo cambie sin que nada cambie.
Así, los que tienen que construir su infancia a golpes y sopapos para escapar del hambre están en peligro de vida; no renuncian y salen por las calles del país a masticar soledades, viviendo una vida que no ha sido hecha por ellos.